Revolucionó el boxeo y peleó con 181 kilos, pero pasó un año en la cama con depresión: tras un cambio radical, desafía a Tyson

El niño que luego sería conocido en los cuadriláteros como Butterbean nació el 3 de agosto de 1966 en Estados Unidos, dentro de una familia de ascendencia alemana. Su nombre completo era Eric Esch, pero desde muy temprano su cuerpo comenzó a contar otra historia.

Desde pequeño fue un chico con sobrepeso. Un cuerpo grande que lo volvía blanco fácil en los pasillos escolares. El eco de las risas, los empujones, los apodos.

A los 8 años, perdió a su madre. Eso lo marcó. No con palabras, sino con una ausencia que se hizo estructura. El acoso lo siguió como sombra. En los pasillos. En el aula. En el recreo. Un niño que debía crecer sin madre y con el peso del desprecio encima. Esa doble carga —la emocional y la física— fue el primer gimnasio de su vida. Lo forjaron, lo endurecieron, lo empujaron hacia una pelea que aún no sabía que era su destino.

El combate no empezó con guantes, sino con silencio.

Y esa resistencia muda, esa obstinación sin nombre que lo sostuvo de pie, fue el germen del boxeador que años después recorrería el mundo con el apodo de un frijol.

No tenía el cuerpo típico del boxeo. Medía 1,80 metros, pero su peso excedía por mucho cualquier estándar. En su versión más “liviana”, Eric Esch pesaba 136 kilos. En los extremos más insólitos de su carrera, superó los 181 kilogramos. Una mole que desafiaba la lógica del ring.

A su favor tenía algo más que volumen: tenía ambición. De pelear, de ganar, de hacerse un nombre.

Lo consiguió por primera vez en Alabama, cuando decidió entrar a un torneo de boxeo amateur llamado Toughman Contest. Y no fue casualidad. Lo ganó. Y no solo una vez. Lo ganó cuatro veces más, convirtiéndose en un fenómeno de esos que se comentan en voz baja en los gimnasios y en voz alta en los bares.

Ahí nació la leyenda.

Pero también el apodo. Butterbean.

La historia es simple: para alcanzar el peso mínimo requerido por la categoría súper pesada del Toughman Contest —181 kilos—, Esch siguió una dieta basada en pollo y frijoles butterbean. Esa rutina alimentaria no solo le dio masa. Le dio identidad.

Desde entonces, el apodo lo acompañó como un tatuaje. Lo hizo marca, personaje, figura. “Butterbean” ya no era una comida. Era un boxeador. Uno que se animó a cruzar la línea: del amateurismo tardío al profesionalismo sin concesiones.

Ya no era un chico acosado. Era un tipo que llenaba el cuadrilátero, que inspiraba titulares y atraía multitudes.

No había nacido para la silueta. Había nacido para el impacto. Era un boxeador fuera del molde. Literalmente.

Eric Esch, ya convertido en Butterbean, subía al ring como un personaje de otra era. Gigante, calvo, imponente, con un torso ancho como una heladera y piernas que parecían dos columnas de concreto. Entraba entre el ruido, los gritos, los flashes, y la sospecha tácita de que aquello era más espectáculo que deporte. Pero entonces lanzaba un puñetazo y todo se volvía serio.

Llegó a enfrentarse con Larry Holmes

91 combates profesionales. Un recorrido sin títulos mayores, pero con un récord que hablaba por sí solo: 77 victorias, 58 por nocaut, 10 derrotas y 4 empates. Un noqueador nato. Un hombre de impacto.

Campeón mundial súper pesado de la IBA en 1997. Campeón pesado de la WAA en el año 2000. Títulos menores, sí, pero títulos al fin. Y los defendió. No contra leyendas, pero sí contra otros que, como él, buscaban su sitio en un rincón del boxeo donde lo importante no era la técnica sino la fuerza bruta. Butterbean no vencía con estilo. Vencía con golpes.

Su ring era una pista de demolición. Pocas de sus peleas superaban los cuatro asaltos. De hecho, solo cuatro combates fueron pactados a más de ese número, y en apenas dos llegó más allá del cuarto round. Su especialidad era el nocaut temprano, el golpe demoledor. Un boxeo de velocidad en cámara lenta, pero con resultados fulminantes.

Y entonces, llegó 2002.

El peso de la carrera, la fama acumulada, la figura pop de Butterbean chocó con la historia viva de la categoría: Larry Holmes, el legendario “Asesino de Easton”. Campeón del mundo, rival de Tyson, Holyfield, Muhammad Ali. Un peso pesado de verdad.

La pelea fue a 10 asaltos, y para asombro de todos, Butterbean los completó. Hacía años que no peleaba tanto tiempo. El resultado fue previsible: Holmes ganó por decisión unánime. Pero quedó una anécdota, una escena de dudosa gloria: en el décimo asalto, un golpe hizo que Holmes se apoyara en las cuerdas. El árbitro lo consideró un knockdown.

Butterbean no ganó, pero se quedó con algo: la foto con Holmes tambaleando y una leyenda urbana que aún hoy algunos se esfuerzan por creer.

Cuando la campana dejaba de sonar y el cuadrilátero se apagaba, Butterbean seguía allí. Con su torso desnudo, sus guantes gigantes y su aura de fenómeno. No era solo un boxeador. Era una presencia.

Y donde hubo público, hubo también cámaras.

En los extremos más insólitos de su carrera, superó los 181 kilogramos

Ya lo sabían en la WWE, donde Butterbean se calzó el disfraz del entretenimiento sin renunciar a los golpes reales. En Wrestlemania XV, el evento más importante de esa empresa de lucha libre, subió al ring para pelear por un título. Se movía en ese universo como un monstruo amistoso: peligroso, pero carismático. Una figura sacada de un cómic, metida en el espectáculo como si nunca hubiera estado en otro lugar.

No se detuvo ahí.

El kickboxing lo recibió con desconfianza, pero él se plantó. Siete peleas. Tres victorias. Cuatro derrotas. No importaba tanto el balance como la persistencia. Seguía peleando, ahora con las piernas también, adaptándose a otras reglas, a otros ritmos. La victoria no era el único objetivo. La exposición también contaba.

Y entonces vino el salto al MMA, el territorio salvaje de las artes marciales mixtas. Allí acumuló 28 combates. Ganó 17, perdió 10 y empató 1. Ningún título importante. Ningún podio consagratorio. Pero siguió siendo Butterbean, ese gigante que no pedía permiso para entrar, solo espacio.

A cada paso, amplió su leyenda mediática. Jackass, la película. Una aparición explosiva: dejó KO a Johnny Knoxville, el rostro estrella del caos filmado. Un instante viral antes de que lo viral fuera una industria. También fue parte de videojuegos como Toughman Contest y Fight Night Champion de EA Sports. En cada formato, su figura quedaba registrada: gruesa, calva, inconfundible.

No necesitaba ganar para ser inolvidable. Solo necesitaba estar.

En 2013, Butterbean cayó. No fue un nocaut técnico, ni una caída espectacular que acaparara portadas. Fue una derrota silenciosa, invisible, profunda.

El 10 de sus combates como boxeador profesional fue contra Kirk Lawton, y terminó en nocaut. Esa fue su última pelea oficial. Cerró su carrera con 77 victorias, 10 derrotas y 4 empates. Pero afuera del ring, el conteo seguía. Y esta vez no había campana que lo salvara.

Se apagó. Literalmente.

Pasé por una etapa en la que estaba mirando el final de mi vida”, diría más tarde. No hablaba de suicidio. Hablaba de otra cosa. De decaimiento, de peso excesivo, de falta de energía, de un cuerpo inmenso convertido en prisión.

Estuvo casi un año en la cama. Sin hacer nada.

No quieres que todos los demás sepan tus problemas. Estaba en un lugar muy, muy oscuro…”. El hombre que había derribado a decenas con una sola mano ya no podía con el peso de sí mismo. Depresión. Inmovilidad. Una vida detenida.

Simplemente me sentía deprimido y no tenía energía”, confesó en el documental One More Fight. No lo decía con lágrimas. Lo decía con el tono plano de quien ya había estado allí y sobrevivió.

El cuerpo, que antes había sido herramienta, escudo, espectáculo, ahora era un obstáculo.

Lo que alguna vez fue orgullo, se había vuelto carga.

Durante casi un año, Eric Esch permaneció acostado en la cama. No hacía nada. Solo buscaba “un lugar cómodo”, según recordaría después en el documental One More Fight:Tienes ganas de estar acostado… He estado en esa situación… No puedo revivir eso.”

Era un estado físico y mental crítico. Tenía mucho sobrepeso, serios problemas de movilidad, estaba deprimido. Así lo explicó al diario The Sun: “Pasé por una etapa en la que estaba mirando el final de mi vida; no es que fuera a suicidarme, pero estaba decayendo.”

Intentó cambiar. Dudó. Pensó que no iba a funcionar. Que no era posible. Pero no abandonó.

Con la ayuda de Diamond Dallas Page, luchador de la WWE y amigo suyo, inició un proceso de transformación que lo llevó a perder casi 91 kilos. No hubo cirugías ni atajos declarados en esa etapa. Solo un cambio sostenido, progresivo. Su cuerpo ya no era el del “Poroto de manteca” que lo había hecho reconocible en carteles y videojuegos.

Pasó por las artes marciales mixtas y la lucha libre

Con 58 años, Butterbean comenzó a considerar la idea de volver al cuadrilátero. Ya no como el peso pesado de antes, sino como un hombre en otra etapa. Incluso se especuló con un posible regreso, una pelea con Jake Paul, por una suma que debería superar los 2.200.000 de euros para concretarse.

En 2020, se había hablado de una oferta para enfrentarse a Mike Tyson, pero la rechazó, convencido de que no estaba en forma.

Ahora, con casi 91 kilos menos y una rutina nueva detrás, no descarta una última pelea. Y a fines de 2024 desafió al mismísimo Iron Mike: “Lo noquearía. No tiene mentón. El problema con quienes han perdido contra Tyson es que no lo desafiaron”.

La jefa de la ANMAT reveló ante la justicia las irregularidades del laboratorio que distribuyó fentanilo contaminado

Nélida Agustina Bisio relató ante el juez Ernesto Kreplak el mail de alerta del Hospital Italiano, que recibió. Los pasos que se dieron, los “graves desvíos” de HLP Pharma. Hasta ahora murieron 9 personas. ¿Cuándo estarán los resultados de las nuevas muestras? ... ...

Los 10 deportistas mejor pagados del mundo en 2025, según Forbes

El auge global del deporte continúa impulsando cifras millonarias en contratos y patrocinios. La revista estadounidense especializada en negocios y finanzas publicó el ranking de las estrellas con mayores ganancias... ...

Mientras los gremios presionan contra el tope salarial, el Gobierno buscará señales de diálogo tripartito en la conferencia de la OIT

Aunque el Sindicato de Comercio tendrá su paritaria sin homologar, el secretario de Trabajo, Julio Cordero, se reunirá con Gerardo Martínez y Martín Rappallini en Suiza... ...

- Advertisement -

spot_img

La jefa de la ANMAT reveló ante la justicia las irregularidades del laboratorio que distribuyó fentanilo contaminado

Nélida Agustina Bisio relató ante el juez Ernesto Kreplak el mail de alerta del Hospital Italiano, que recibió. Los pasos que se dieron, los “graves desvíos” de HLP Pharma. Hasta ahora murieron 9 personas. ¿Cuándo estarán los resultados de las nuevas muestras? ... ...

Expose your thoughts

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí